- El juicio a John T. Scopes en 1925 enfrentó el fundamentalismo religioso contra la enseñanza de la evolución.
- El caso fue un espectáculo nacional mediático, marcando el debate entre ciencia y religión en las aulas.
- La Ley Butler prohibió la enseñanza de la evolución en Tennessee, pero el juicio impulsó el pensamiento crítico sobre ciencia y educación.
- Un siglo después, el caso sigue siendo referencia en debates sobre educación y creacionismo en Estados Unidos.
Hace aproximadamente un siglo, una pequeña ciudad de Tennessee llamada Dayton fue el foco de atención nacional e internacional. Allí se produjo un juicio que más allá de su dimensión legal, puso sobre la mesa las tensiones entre ciencia, religión y los valores de una sociedad en transformación. El protagonista fue el profesor John T. Scopes, acusado de enseñar la teoría de la evolución en contra de una controvertida ley estatal.
Lo que comenzó como un caso judicial local acabó por convertirse en un debate público de enorme repercusión. Prensa de todo el mundo, multitudes y expertos se congregaron en torno a un proceso que, para muchos, simbolizó el duelo entre la fe tradicional y la investigación científica moderna en las escuelas estadounidenses.
De la polémica educativa al choque de ideas en el tribunal
En los años veinte, el avance de la educación científica en Estados Unidos despertó desconfianza en sectores conservadores, particularmente entre los fundamentalistas protestantes. Estas inquietudes cristalizaron en la Ley Butler, que prohibía en Tennessee a los profesores enseñar cualquier idea que contradijera la creación bíblica y defendiese el origen animal del ser humano.
El contexto social tras la Primera Guerra Mundial ayudó a avivar la polémica. No solo se discutía sobre biología, sino sobre el papel de la religión, el sentido moral de la educación y la relación entre iglesia y estado. Los fundamentalistas veían en el darwinismo una amenaza a los principios morales y temían que sus valores fuesen desplazados por una visión más secular del mundo.
La American Civil Liberties Union (ACLU), organización joven en aquel momento, quiso desafiar la constitucionalidad de la ley. Necesitaban a alguien dispuesto a someterse a juicio, y ahí apareció John T. Scopes, un joven profesor suplente y entrenador de fútbol americano, que aceptó el reto en un contexto en el que incluso los empresarios locales veían una oportunidad para dar visibilidad a Dayton.
Un espectáculo mediático y una batalla de gigantes
El proceso, conocido popularmente como el «juicio del mono», fue un auténtico acontecimiento mediático. Dayton se llenó de periodistas, visitantes, y hasta personajes disfrazados de primates que buscaban llamar la atención. Las sesiones judiciales se vivieron como si fueran parte de un espectáculo, y la polémica traspasó el ámbito local para convertirse en una cuestión nacional.
Al juicio acudieron dos figuras legendarias: William Jennings Bryan, político y ferviente defensor del literalismo bíblico, representando a la acusación; y Clarence Darrow, abogado agnóstico que lideró la defensa de Scopes. Su enfrentamiento sirvió para plantear ante el público las preguntas más profundas: ¿qué papel debe tener la ciencia en la educación?, ¿puede la fe determinar el contenido educativo?, ¿dónde acaba la libertad académica?
Durante el juicio, Darrow sorprendió al solicitar que Bryan testificara como experto en la Biblia. Las preguntas sobre la creación y la interpretación literal de las escrituras pusieron en aprietos al fiscal, en un episodio que quedó grabado en la memoria colectiva.
El resultado final fue previsible: Scopes fue declarado culpable y condenado a una multa, aunque la sentencia fue posteriormente anulada por una cuestión técnica. Más allá del fallo, la defensa logró cambiar la percepción pública y avivó el debate en torno a la libertad de enseñanza y la relación entre ciencia y creencias religiosas.
El poso social y legal de un juicio eterno
La repercusión del caso Scopes fue enorme. Si bien la Ley Butler permaneció en vigor hasta 1967, el juicio frenó el avance de leyes similares en otros estados y potenció la discusión pública sobre ciencia y religión. Además, inspiró obras de teatro y películas como «El viento será tu herencia», que consolidaron su mito en la cultura popular estadounidense.
El conflicto no desapareció: en las décadas siguientes, nuevas propuestas intentaron dar cabida a ideas como el creacionismo o el «diseño inteligente» en las clases de ciencias, aunque la justicia volvió a respaldar el enfoque científico en las aulas. Actualmente, la controversia subsiste en algunos sectores, pero el grado de aceptación de la evolución ha ido aumentando, incluso entre los más conservadores.
Según diversas encuestas recogidas por especialistas, el número de personas que reconocen la validez de la teoría de la evolución es cada vez mayor, lo que refleja un cambio de mentalidad a lo largo del tiempo, especialmente en el ámbito educativo.
Cien años después, sigue siendo un símbolo vigente
Hoy, el juicio a John T. Scopes continúa siendo un referente en las discusiones sobre educación, laicidad, ciencia y religión en Estados Unidos. Seminarios, congresos y exposiciones, especialmente en fechas señaladas como el centenario, sirven para recordar que aquel litigio fue mucho más que una disputa legal: fue el catalizador de una conversación nacional sobre los pilares en los que se asienta la sociedad.
El denominando «juicio del siglo» se ha convertido en parte del folklore estadounidense, siendo el único proceso judicial de esa época que sigue despertando interés, reflexiones y revisiones históricas generación tras generación.
El caso de John T. Scopes convirtió a Dayton en leyenda y abrió una puerta a la transformación educativa y cultural en Estados Unidos. La tensión entre tradición y progreso, ciencia y creencias, sigue viva, pero la historia del joven profesor y su juicio demuestra que las grandes cuestiones sociales requieren reflexión, debate y, a veces, coraje para cuestionar lo establecido.