- El fraude del hijo en apuros explota la urgencia emocional para conseguir pagos inmediatos por WhatsApp u otros canales digitales.
- La estafa se ha perfeccionado con clonación de voz mediante inteligencia artificial y con el secuestro silencioso de cuentas (Ghost Pairing).
- Los ciberdelincuentes combinan WhatsApp con otras plataformas (redes sociales o servicios como Google Classroom) para ganar confianza antes del engaño.
- Verificar siempre por otro canal, desconfiar de mensajes inesperados y no compartir códigos de verificación son las claves para protegerse.

El fraude del hijo en apuros se ha convertido en una de las estafas más características de los últimos años en la mensajería digital, especialmente en WhatsApp, donde los delincuentes juegan con la urgencia y los lazos familiares para vaciar cuentas bancarias en cuestión de minutos, por eso es clave identificar estafas en WhatsApp.
Detrás de un mensaje que parece inofensivo, los atacantes se hacen pasar por un hijo o una hija en plena emergencia, piden dinero de forma inmediata y presionan para que la víctima actúe sin pensar ni comprobar quién está realmente al otro lado de la pantalla.
Cómo funciona el fraude del hijo en apuros clásico
La versión más habitual de este engaño comienza con un texto desde un número de teléfono desconocido, normalmente por WhatsApp o SMS, en el que alguien se presenta como el hijo o la hija de la víctima y asegura que ha perdido o roto su móvil, por lo que está usando un teléfono prestado, por lo que conviene identificar número desconocido.
Tras ese primer contacto, el supuesto familiar plantea una situación de urgencia económica: necesita dinero para comprar un nuevo dispositivo, pagar una factura inesperada, salir de un apuro médico o resolver un incidente repentino. El objetivo es que la persona sienta presión y compasión a la vez.
Lo habitual es que el delincuente pida un pago inmediato mediante Bizum en WhatsApp, transferencia bancaria u otras soluciones de pago instantáneo. A menudo remata el mensaje con frases como “no puedo hablar mucho” o “luego te lo explico mejor”, para evitar que la víctima intente profundizar o hacer preguntas incómodas.
En muchos casos, las víctimas no llegan a comprobar la identidad del remitente por otro canal, confiando únicamente en el contenido emocional del mensaje. Ese es precisamente el terreno donde mejor se mueve la ingeniería social: aprovechar los vínculos afectivos para anular el sentido crítico.
La nueva vuelta de tuerca: voces clonadas con inteligencia artificial
En los últimos meses, este fraude ha dado un salto cualitativo con el uso de clonación de voz basada en inteligencia artificial, un riesgo documentado en riesgos de WhatsApp e inteligencia artificial. El esquema ya no se limita a mensajes escritos: la víctima recibe una nota de voz o incluso una llamada donde escucha lo que parece ser la voz real de su hijo, hija u otro familiar cercano.
El mensaje de audio suele describir una situación extrema, como un accidente de tráfico, un robo o un problema legal grave. El tono nervioso, entrecortado y cargado de angustia está diseñado para que el receptor se asuste y responda de inmediato, sin plantearse si realmente es esa persona.
Según expertos en ciberseguridad, las herramientas actuales permiten imitar una voz con bastante fidelidad con apenas unos segundos de grabación, obtenidos de vídeos en redes sociales, clips de plataformas públicas o fragmentos de llamadas previas filtradas. Este fenómeno está relacionado con el robo de datos en mensajería.
En estos montajes, los estafadores proporcionan directamente datos bancarios, números de cuenta o instrucciones precisas sobre cómo enviar el dinero, y evitan entrar en demasiados detalles sobre la supuesta emergencia para no dar tiempo a que la víctima detecte incoherencias.
El patrón se repite una y otra vez: contacto inesperado, historia dramática, mucha prisa y petición de dinero inmediata. El uso de la voz clonada y del relato emocional solo refuerza la sensación de realidad y reduce aún más las defensas.
Ghost Pairing: secuestro silencioso de cuentas para reforzar el engaño
Paralelamente al perfeccionamiento del hijo en apuros, se ha extendido una técnica conocida como Ghost Pairing o “secuestro silencioso” de cuentas de WhatsApp, que puede utilizarse como apoyo para este y otros fraudes basados en suplantación, como explican casos de secuestro de cuentas de WhatsApp.
Con este método, los ciberdelincuentes logran vincular la cuenta de WhatsApp de la víctima a otro dispositivo sin necesidad de robar la tarjeta SIM ni conocer la contraseña. De este modo, pueden enviar mensajes a los contactos de la víctima, leer conversaciones y hacerse pasar por ella durante días.
El truco está en la fase previa: los atacantes entablan contacto con la persona y, bajo algún pretexto (verificación de seguridad, ayuda técnica, confirmación de identidad, premios falsos), consiguen que comparta el código de verificación de WhatsApp que llega por SMS o notificación.
Una vez que el delincuente introduce ese código en su propio dispositivo, toma el control de la cuenta y puede escribir a familiares y amigos desde el número real de la víctima. Esto hace que cualquier petición de dinero o ayuda urgente parezca mucho más creíble, porque el mensaje procede de un contacto genuino.
En el contexto del hijo en apuros, este tipo de secuestro silencioso permite incluso que el estafador mantenga conversaciones prolongadas con varios familiares, combinando textos, audios e imágenes para construir un relato convincente y presionar para que se hagan varios pagos.
El papel de WhatsApp como canal central del fraude
Con más de 3.000 millones de usuarios en todo el mundo, WhatsApp se ha consolidado como una de las vías preferidas de los cibercriminales para ejecutar el fraude del hijo en apuros y otras variantes similares en Europa y España; las empresas trabajan para reforzar la seguridad en WhatsApp.
Las empresas de ciberseguridad señalan que la cercanía y la inmediatez de la mensajería instantánea reducen los filtros de desconfianza que los usuarios sí aplican, por ejemplo, al correo electrónico. Un mensaje que llega “como si fuera de familia” se lee casi siempre al momento y suele recibir respuesta rápida.
Además, WhatsApp se utiliza cada vez más como canal final al que se dirige la víctima desde otras plataformas. El engaño puede empezar en una red social, en una web aparentemente legítima o incluso en un servicio educativo, pero el cierre del fraude se intenta realizar dentro del chat, lejos de los sistemas de moderación y revisión más estrictos.
Expertos como los de Check Point Software han observado un patrón común: las estafas, aunque sean muy distintas entre sí, tienden a llevar la conversación a WhatsApp para aumentar las probabilidades de éxito. Una vez allí, el atacante juega con la urgencia, la confianza y la sensación de comunicación privada.
En España, este contexto es especialmente sensible, ya que WhatsApp es una herramienta cotidiana para comunicarse con hijos, padres y abuelos. Esa costumbre de “hablar todo por el chat” hace que muchos progenitores estén acostumbrados a recibir peticiones de favor o de dinero por la aplicación, lo que el fraude explota sin miramientos.
Fraude emocional: del texto al audio y a la llamada
El éxito del hijo en apuros se basa en la explotación sistemática de las emociones. Da igual si el mensaje llega escrito, en audio o en una llamada rápida: la idea es provocar miedo, culpa o sensación de responsabilidad en el menor tiempo posible.
En el formato tradicional, un simple “mamá, he perdido el móvil nuevo, necesito que me hagas un bizum” puede bastar para que un padre o madre reaccione sin cuestionar nada. La falta de detalles concretos se disfraza como nerviosismo o prisa, reforzando la idea de que se trata de un momento crítico.
Cuando se incorpora la clonación de voz, el impacto aumenta. Un familiar que escucha lo que parece ser la voz real de su hijo llorando o respirando agitado tiene muchas más dificultades para mantener la cabeza fría, incluso si ciertos datos no encajan del todo.
Los delincuentes evitan dar tiempo a que la víctima cuelgue y llame por otra vía: presionan para que la transferencia se haga en pocos minutos y, en ocasiones, piden que no se comente la situación con nadie “para no preocupar” al resto de la familia.
Todo este montaje emocional se complementa con técnicas de ingeniería social muy pulidas: referencias genéricas a estudios o trabajo, horarios creíbles, mensajes enviados en momentos en los que la víctima está más cansada o distraída (por la noche, fines de semana, vacaciones…), y un lenguaje que imita al de la persona suplantada.
Cómo se preparan los ataques: información y personalización
El fraude del hijo en apuros no suele lanzarse completamente al azar. En muchos casos, los estafadores recopilan información pública disponible en redes sociales u otras plataformas antes de contactar con la víctima.
Nombres de hijos, fotos familiares, referencias a viajes, colegios o universidades, e incluso comentarios sobre problemas recientes pueden servir para construir un mensaje altamente personalizado. Cuantos más datos reconocibles incluya el texto, más fácil será que la persona lo dé por válido.
En escenarios más elaborados, los atacantes combinan esta preparación con la clonación de voz, de manera que el audio no solo suena como el familiar real, sino que además menciona detalles que tienen sentido para la persona que escucha.
Este nivel de personalización hace que, en ocasiones, ni siquiera ver el número habitual en la pantalla sea una garantía total: la suplantación de identidad telefónica y el uso de cuentas secuestradas de WhatsApp pueden enmascarar por completo quién está al otro lado.
Lo que hace especialmente peligrosa esta estafa es que no apunta solo a personas sin conocimientos tecnológicos. Incluso usuarios experimentados pueden caer si el ataque se produce en un momento de debilidad emocional o distracción.
Combinación con otras plataformas y ganchos previos
El hijo en apuros ya no siempre arranca directamente en WhatsApp. Cada vez con más frecuencia, los atacantes utilizan Facebook, Instagram o TikTok, pueden aparecer publicaciones, anuncios o mensajes privados que actúan como anzuelo, ya sea simulando promociones, sorteos o contactos casuales que, poco a poco, llevan al usuario a dar su número de teléfono.
Incluso se han detectado campañas que emplean servicios aparentemente serios, como plataformas educativas tipo Google Classroom, enviando invitaciones falsas o comunicaciones académicas inventadas para que el receptor las considere legítimas desde el primer momento.
Una vez que la víctima confía en ese canal, se le propone continuar la conversación por WhatsApp “para mayor comodidad”, y es ahí donde se despliega el fraude con mensajes de hijo en apuros, suplantaciones o solicitudes de códigos de verificación.
Esta estrategia de cruzar plataformas tiene un objetivo claro: sacar a la persona de entornos relativamente controlados y llevarla a un espacio donde la comunicación es más directa, privada y difícil de auditar a posteriori.
Consejos prácticos para no caer en el fraude del hijo en apuros
Los especialistas en ciberseguridad insisten en que, aunque la tecnología de los atacantes sea cada vez más sofisticada, la mejor defensa sigue siendo la prudencia. Aplicar una serie de hábitos básicos puede marcar la diferencia entre detectar a tiempo el engaño o perder una cantidad importante de dinero.
En primer lugar, conviene desconfiar de cualquier mensaje inesperado que pida dinero con urgencia, incluso cuando supuestamente procede de un hijo, hija u otro familiar cercano. La recomendación es frenar unos segundos, respirar hondo y no actuar en caliente.
Es fundamental verificar por un canal alternativo: llamar al número de siempre del familiar, usar otra aplicación, contactar a través de otra persona de confianza o, en caso de duda, hablar directamente con alguien cercano que pueda confirmar la situación.
Los expertos recomiendan además establecer en familia algún código o palabra clave previamente acordada que solo conozcan los miembros cercanos. En una llamada o mensaje dudoso, pedir ese código puede servir de filtro adicional para detectar suplantaciones.
Otra norma esencial es no compartir nunca códigos de verificación recibidos por SMS o notificación, ni de WhatsApp ni de otros servicios. Ningún familiar, ni tampoco una empresa legítima u organismo oficial, necesita que le envíes esos códigos por chat.
Buenas prácticas de seguridad en WhatsApp y en el día a día
Más allá de reaccionar ante mensajes sospechosos, es recomendable revisar ajustes de privacidad y reforzar la seguridad de las cuentas para que sea más difícil que los ciberdelincuentes aprovechen el fraude del hijo en apuros u otras variantes similares.
En el caso de WhatsApp, conviene activar la verificación en dos pasos, que añade un PIN adicional cuando se intenta registrar la cuenta en un dispositivo nuevo. Esta capa extra complica el secuestro silencioso mediante Ghost Pairing.
También es importante mantener la aplicación y el sistema operativo siempre actualizados, ya que las nuevas versiones suelen introducir mejoras de seguridad que corrigen posibles vulnerabilidades aprovechadas por los atacantes, como las mejoras de seguridad en Android.
Otra medida útil consiste en revisar con cierta frecuencia los dispositivos vinculados a la cuenta y cerrar sesión en aquellos que resulten desconocidos o que no se utilicen ya; para ver cómo hacerlo conviene consultar guías sobre cerrar sesiones abiertas en WhatsApp Web. Esta comprobación permite detectar accesos sospechosos antes de que la cuenta se emplee para engañar a familiares.
Por último, es clave fomentar en casa una cultura de desconfianza razonable. Hablar abiertamente con hijos, padres y abuelos sobre este tipo de estafas, explicar cómo funcionan y qué señales deben hacer saltar las alarmas puede evitar que el engaño prospere cuando llegue el momento.
La evolución del fraude del hijo en apuros, reforzado ahora por la clonación de voz y el secuestro silencioso de cuentas, demuestra que los ciberdelincuentes están dispuestos a explotar cualquier resquicio emocional y tecnológico; por eso, combinar medidas técnicas básicas en aplicaciones como WhatsApp con un poco de calma, verificación y sentido crítico se ha vuelto indispensable para no caer en una trampa que, a simple vista, parece un simple mensaje de un familiar preocupado.