- El proceso de fabricación 18A, clave para Intel, muestra rendimientos muy bajos en la producción de chips Panther Lake.
- Solo entre 5% y 10% de los chips alcanzan los estándares de calidad requeridos, lejos del 70-80% deseado.
- Estos problemas técnicos podrían afectar los planes de Intel y su futuro frente a competidores como TSMC y Samsung.
- La empresa confía en mejorar gradualmente los resultados, pero la presión y las dudas en la industria siguen siendo elevadas.
Los problemas en la fabricación de chips avanzados están generando un auténtico quebradero de cabeza en el seno de Intel. La compañía estadounidense, que ha invertido miles de millones en la tecnología de proceso 18A para devolverle el liderazgo frente a TSMC, se ha topado con dificultades inesperadas en el desarrollo y producción de su nueva generación de procesadores Panther Lake. La industria mira de cerca porque el éxito de este proyecto podría decidir el futuro de Intel en el competitivo sector de los semiconductores.
El nodo 18A, sobre el que se asientan estos nuevos chips, supone para Intel una apuesta estratégica con el objetivo de cerrar la brecha tecnológica que les separa de sus rivales asiáticos. Pero las primeras pruebas y los datos internos han dejado patente la magnitud de los desafíos técnicos. Los resultados productivos, o ‘yield’, se sitúan bastante lejos de lo que sería rentable para la compañía, alimentando las dudas sobre la capacidad de Intel para cumplir con sus planes a corto y medio plazo.
Rendimiento muy inferior al esperado
Fuentes próximas a Intel y diversas filtraciones apuntan a que apenas entre el 5% y el 10% de los chips fabricados bajo el proceso 18A cumplen con los estándares mínimos de calidad. Se trata de una cifra que dista mucho del umbral habitual de rentabilidad en la industria, situado entre el 70% y el 80%. Este bajo rendimiento implica que gran parte de las unidades producidas presentan defectos, lo que complica enormemente su comercialización y amenaza la viabilidad financiera del proyecto.
Expertos y analistas señalan que la tasa de defectos es hasta tres veces superior a la considerada normal en la fabricación de chips a gran escala. Esta situación ya ha provocado retrasos respecto a la hoja de ruta inicial y genera incertidumbre sobre si la empresa podrá escalar la producción sin incurrir en pérdidas o, al menos, con márgenes mínimos de beneficio.
La propia compañía ha evitado ofrecer datos oficiales concretos sobre los rendimientos, aunque se ha mostrado confiada en que la tendencia es positiva y la eficiencia irá mejorando progresivamente mes a mes. El director financiero de Intel, David Zinsner, ha subrayado que este tipo de procesos suelen arrancar con cifras bajas, pero considera que el objetivo sigue siendo posible para el próximo año.
El proceso 18A: ambición sin precedentes y riesgos elevados
La puesta en marcha del proceso 18A ha supuesto para Intel una revolución técnica y organizativa interna. Este nodo introduce transistores de nueva generación y un sistema novedoso de suministro energético, lo que añade una complejidad extra a los procedimientos de fabricación tradicionales. Si bien este salto técnico está concebido para hacer frente a la hegemonía de TSMC y captar nuevos clientes para el negocio de fundición, el precio a pagar ha sido la aparición de numerosos fallos en los primeros lotes.
Los retos se multiplican debido a la presión por desarrollar y lanzar varias innovaciones al mismo tiempo, lo que eleva el riesgo de errores críticos y retrasa la optimización de los procesos. Las voces del sector subrayan que estos baches son normales cuando se introduce una tecnología disruptiva, pero la clave estará en ver si los resultados pueden mejorar lo suficiente como para asegurar la rentabilidad y la continuidad del proyecto.
Los responsables de Intel han aprovechado todas sus conexiones en la cadena de suministro y han recurrido a los mejores expertos para adaptar sus líneas de producción. Sin embargo, la recuperación no será automática y todavía existen dudas razonables sobre si se alcanzarán los niveles de rendimiento necesarios en el plazo previsto.
Implicaciones para el negocio y el futuro de Intel
Las dificultades de Intel con 18A van más allá del simple retraso en un producto: el futuro de su división de fundición y su competitividad global están en juego. Si la compañía no logra reencauzar la producción y ofrecer unos rendimientos aceptables, podría verse obligada a limitar su actividad en tecnologías de vanguardia y depender todavía más de empresas como TSMC para fabricar sus procesadores más avanzados, como Nova Lake.
Además, fuentes internas y ejecutivos reconocen que la presión nunca ha sido tan elevada: Intel atraviesa un proceso de reestructuración, ha realizado recortes de plantilla y su nuevo CEO se enfrenta al examen definitivo para atraer socios estratégicos y convencer al mercado de la viabilidad de la hoja de ruta.
A pesar del revuelo, la empresa mantiene su discurso optimista y confía en que los resultados de cada trimestre permitan acercarse al objetivo de producir Panther Lake en gran volumen en 2025. La evolución del proceso 18A será una de las historias clave en el sector durante los próximos meses: la capacidad de Intel para remontar y estabilizar la producción será determinante para su competitividad. Por el momento, la situación es todo un desafío que pone a prueba la resiliencia y la experiencia de una de las grandes compañías tecnológicas del mundo.