- El envejecimiento impulsa el auge de enfermedades crónicas y multiplica desafíos para el sistema sanitario.
- Caminar a diario y seguir hábitos saludables reduce significativamente el riesgo de patologías crónicas.
- Nuevas estrategias del SNS y la incorporación de patologías como COVID persistente o celiaquía mejoran la atención y visibilidad.
- La prevención activa, el diagnóstico precoz y la inteligencia artificial abren una nueva era en el control de enfermedades crónicas.
El creciente aumento de la esperanza de vida en España implica una mayor prevalencia de enfermedades crónicas, lo que plantea grandes retos tanto a nivel sanitario como social. Aunque vivir más años es considerado un logro, la convivencia con patologías persistentes y progresivas impacta de forma notable tanto en la salud física y emocional como en la calidad de vida de millones de personas. Gestionar este fenómeno requiere un enfoque integral que combine prevención, diagnóstico, tratamiento y seguimiento a lo largo del tiempo.
En la actualidad, el avance de la investigación y las nuevas políticas de salud pública están dando lugar a cambios notables en el abordaje de estas enfermedades. El reciente reconocimiento de dolencias como la COVID persistente o la celiaquía como enfermedades crónicas marca un antes y un después, haciendo que la atención a estos pacientes sea más específica y que se abran nuevas vías para la mejora de sus condiciones de vida.
El impacto del envejecimiento y la cronicidad
Las afecciones crónicas afectan ya a un alto porcentaje de la población, especialmente entre personas mayores. En España, se calcula que más del 80% de los adultos de edad avanzada padecen alguna condición de este tipo, con más del 60% experimentando multimorbilidad, es decir, la coexistencia de dos o más enfermedades crónicas. Algunas de las patologías más frecuentes incluyen la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, respiratorias, renales, dolor crónico, obesidad y las enfermedades hepáticas, además de otras emergentes como la COVID persistente.
El avance en la edad incrementa de manera significativa las probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas, lo que exige una adaptación de los sistemas de atención sanitaria y social. La atención personalizada, el seguimiento continuo y las estrategias de prevención secundaria en residencias y entornos comunitarios se han vuelto esenciales para garantizar la calidad de vida y la autonomía en esta etapa.
La prevención y la importancia del movimiento diario
Numerosos estudios recientes destacan la fuerza del ejercicio y la actividad física como herramienta para frenar el avance de las enfermedades crónicas. Un metaanálisis publicado en The Lancet Public Health, con más de 160.000 adultos analizados, concluye que caminar unos 7.000 pasos al día está asociado a una reducción notable del riesgo de padecer dolencias muy prevalentes, como las cardiovasculares (un 25% menos), la diabetes tipo 2 (un 14% menos), el cáncer (6%), la depresión (22%), la demencia (38%) y las caídas (28%). Además, se observó una disminución del 47% en la mortalidad total.
Lo relevante es que los beneficios se extienden más allá de las enfermedades cardíacas: la actividad física habitual mejora la sensibilidad a la insulina, reduce el estrés, estimula la liberación de endorfinas y favorece la función cerebral. Incluso realizar al menos 4.000 pasos diarios, una cifra asequible para la mayoría, ofrece ya mejoras considerables respecto a una vida sedentaria.
El mensaje de los expertos es claro: integrar pequeños gestos activos en la rutina diaria resulta clave para prevenir enfermedades crónicas y mantener la autonomía. Se recomienda establecer metas accesibles, como la de los 7.000 pasos, a fin de motivar a la población menos activa y favorecer la progresión en personas ya habituadas al movimiento.
Avances en diagnóstico precoz y medicina personalizada
La revolución en la prevención de enfermedades crónicas va de la mano del rápido desarrollo de biomarcadores sanguíneos y herramientas avanzadas como la inteligencia artificial. Innovaciones recientes permiten anticipar el riesgo de patologías complejas, como el Alzheimer o ciertos tipos de cáncer, con años de antelación a la aparición de los primeros síntomas.
Por ejemplo, nuevos test sanguíneos como los que cuantifican proteínas asociadas a enfermedades neurodegenerativas pueden detectar de manera precoz y poco invasiva problemas a futuro. La inteligencia artificial, por su parte, permite analizar grandes volúmenes de datos –desde imágenes de retina hasta historiales clínicos electrónicos– para anticipar riesgos y personalizar la atención.
No obstante, los expertos insisten en que la base de la prevención sigue siendo el estilo de vida. La dieta saludable, el ejercicio regular, el descanso adecuado y una vida social activa ejercen un efecto protector, capaz de reducir en gran medida el impacto de la predisposición genética.
Nuevas estrategias del Sistema Nacional de Salud
El futuro de la atención a pacientes crónicos se vislumbra más optimista tras la reciente aprobación del Plan Operativo 2025-2028 para el Abordaje de la Cronicidad en el seno del Sistema Nacional de Salud (SNS), un documento que reconoce el carácter prioritario y prevalente de numerosas patologías hasta ahora infravaloradas. Por primera vez, enfermedades como la COVID persistente, la celiaquía, el dolor crónico no oncológico, la enfermedad renal crónica o las enfermedades hepáticas son incluidas de forma específica en los protocolos de atención.
El plan pone el foco en un enfoque centrado en la persona, combinando promoción, prevención, diagnóstico precoz, tratamiento y rehabilitación, con siete líneas estratégicas prioritarias: refuerzo de la continuidad asistencial, atención domiciliaria, coordinación sociosanitaria, mejora continua de la práctica clínica, cuidados al final de la vida, estratificación poblacional y fomento del autocuidado y la participación ciudadana.
La Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) y otras entidades han valorado positivamente estos avances, aunque insisten en la necesidad de dotar de recursos y apoyo a los pacientes. Los afectados por la COVID persistente, por ejemplo, reivindican una atención integral y la creación de unidades especializadas, mientras que los pacientes con enfermedad renal subrayan la importancia del diagnóstico temprano para retrasar complicaciones severas.